miércoles, 27 de julio de 2011

LITERATURA COLONIAL DOMINICANA.


Se conoce bajo esa denominación la producción literaria dominicana correspondiente al periodo
durante el cual el país estuvo bajo el dominio del imperio español en condición de colonia.

Abarca desde el arribo de los conquistadores a la isla hasta la proclamación de la independencia nacional.

Se divide en dos etapas, en la primera entran los cronistas, predicadores, escritores y oradores establecidos en la isla desde el inicio de la colonización hasta la aparición de los primeros escritores nativos ocurrida a finales del siglo XVI. No fue el interés literario lo que motivó a estos primeros aventureros asentados en La Española a escribir. Por un lado estaba la necesidad de Cristóbal Colón de convencer a sus  patrocinadores económicos del triunfo de su empresa descubridora, por el otro, el deseo de los cronistas de informar a la Corona el estado de los territorios conquistados y de la situación de sus habitantes y, finalmente, la misión evangelizadora asignada por los Reyes Católicos a los predicadores y misioneros enviados a La Española.

 De ahí el carácter hiperbólico de la mayoría de sus testimonios de ese grupo de aventureros. El Diario de navegación de Cristóbal Colón y su carta al tesorero de la Santa Hermandad Luís de Santangel fechada 15 de febrero de 1493, así lo evidencian. Entre las obras más sólidas de ese periodo descuellan: Relación acerca de las antigüedades de los indios, primer documento etnográfico del Nuevo Mundo que informa acerca de las costumbres, cultura y modo de vida de los pobladores de La Española.  La relación acerca de las antigüedades de los indios fue escrita por Fray Ramón Pané hacia 1498 por orden de Cristóbal Colón. En 1511 Fray Antón de Montesinos pronunció su sermón de adviento, iniciando con éste no sólo la defensa de los nativos, sino legándole al pueblo dominicano una de las piezas más comentadas de su oratoria. Una década después el predicador Fray Pedro de Córdoba, usando como recurso el relato breve para lograr una mayor comprensión de sus receptores, redactó su Doctrina cristiana para la instrucción de los indios, publicada en México 24 años después de haberla escrito.

 De esa época son también Sumario de la natural y general historias de las Indias e Historia de las Indias, de los cronistas Gonzalo Fernando de Oviedo y Fray Bartolomé de Las Casas, respectivamente. La primera orientada difundir la versión oficial de la Corona sobre conquista de La Española y la segunda concebida, según Las Casas y sus adeptos, para reivindicar al indígena Quisqueyano. Le corresponde a Juan de Castellanos (1522-1607) el privilegio de ser el primer poeta español que se refirió a un hecho relevante de los pobladores de La Española. Castellanos publicó dos importantes libros de crónicas: Elegías de varones ilustres (1589) e Historia del nuevo reino de Granada (1601) Elegías de varones ilustres es una extensísima crónica compuesta de 113,609 versos que narra los principales acontecimientos de la conquista del Nuevo Mundo. En el segundo canto de la quinta elegía, castellano cuenta detalladamente la rebelión del cacique Enriquillo en la Española, así como el levantamiento de Sebastián Lemba, dirigente negro antiesclavista que combatió a los españoles durante quince años a mediados del siglo XVI.

    Las obras Discursos medicinales de Juan Méndez Nieto y Silvas de poesías de Eugenio Salazar dan constancia de la existencia de los primeros versificadores Quisqueyanos: Juan Guzmán, Francisco Tostado de la Peña, Leonor de Ovando y Elvira de Mendoza. De los escritos de ese grupo escasamente se conserva un soneto de Tostado de la Peña y cinco sonetos y una composición en versos sueltos de Leonor de Ovando. El más importante escritor criollo del siglo XVI fue el dramaturgo Cristóbal de Llerenas autor en 1588 de un controversial entremés revelador de las primeras contradicciones entre los nativos y la Corona española. En Santo Domingo en las letras coloniales, Abelardo Vicioso resume el argumento del entremés de Llerena como sigue: "Un letrado barrigón da a luz un monstruo, y dos alcaldes de la ciudad, apelando a la ayuda de famosos adivinos, intentan interpretar su simbología, a la luz de las circunstancias que caracterizan la vida social de la época (167)".

    
 El entremés de Llerena fue escenificado en la Catedral de Santo Domingo el 23 de junio de 1588 y su contenido produjo la reacción inmediata de los encomenderos y de los representantes de la iglesia católica, quienes inmediatamente exigieron a las autoridades de la española la deportación de Llerena. La expulsión del dramaturgo a Nueva Granada fue consumada dos meses después del estreno del entremés.  

    Con el pretexto de reducir el contrabando comercial de los piratas ingleses, holandeses y franceses, en agosto de 1603 Felipe II ordenó la despoblación y destrucción de la parte norte de Santo Domingo. La orden real fue ejecutada por el gobernador Antonio Osorio, entre 1605 y 1606. Esa decisión de la Corona fue fatal para el avance económico y cultural de la Isla, que ya había dejado de ser centro de atención para los colonizadores debido al descubrimiento de México y Perú.

    Aun así, la producción literaria de los nativos no se detuvo. Las figuras de mayor relieve del siglo XVII son: Luís Jerónimo de Alcocer, Tomasina de Leiva y Mosquera, Baltasar Fernández de Castro, Francisco Melgarejo Ponce de León, Antonio Girón de Castellanos, Alfonso de Carvajal, Diego Martínez, Tomás Rodríguez de Rosa y Diego de Alvarado. De ese grupo el aporte más valioso a la cultura dominicana lo hizo Luís Gerónimo de Alcocer (1598-1664), con Relación sumaria del estado presente de la Isla Española en las Indias occidentales. La obra de Alcocer es una extensa descripción de los poblados o villas, la flora, la fauna y las principales edificaciones construidas en Santo Domingo hasta ese momento. También incluye informaciones acerca de los principales políticos, religiosos e intelectuales que habían contribuido al desarrollo de la sociedad dominicana.

El siglo XVIII agrega alrededor de diez nombres a la literatura criolla, de los cuales sobresa-len: Pedro Agustín Morell de Santa Cruz (1694-1768), Jacobo Villa Urrutia (1757-1833) y Antonio Sánchez Valverde Ocaña (1729-1790). Santa Cruz dedicó gran parte de su vida al sacerdocio, llegando a ocupar los obispados de Cuba y Nicaragua. Historia de la Isla y catedral de Cuba y Vista apostólica, topográfica, histórica y estadística de todos los pueblos de Nicaragua y Costa Rica son el fruto de sus misiones religiosas en esos países. Villa Urrutia se educó en México y España, fue Oidor de Guatemala y Presidente del Supremo Tribunal de Justicia de México y autor de Pensamiento escogidos de las máximas filosóficas del emperador Marco Aurelio (1876).
  
  Antonio Sánchez Valverde y Ocaña (1729-1790) es el intelectual nativo más brillante del siglo XVIII. Se destacó como historiador, escritor, sacerdote y orador. Sus conocimientos de la historia, la geografía y las costumbres de La Española, desde el inicio de la vida colonial hasta el siglo XVIII, quedaron plasmados en Idea del valor de la Isla Española (1785). En Idea del valor de la Isla Española, Sánchez Valverde plantea, primero, la imposibilidad de separar la Isla española de España, pues entendía que ambos territorios formaban un sólo país y, segundo, la importancia de que el rey de España estuviera informado del valor material que todavía tenía La Española para la Corona. 
  
 Además de Idea del valor de la Isla Española, Valverde escribió: Reflexiones sobre el es-tado actual del púlpito y medios de su reforma e instrucción a predicadores (1781),
El predicador (1782), Sermones panegíricos y de misterios (1783), y La América vindicada de la calumnia de haber sido la madre del mal venéreo (1785). 
 
   Exceptuando a Cristóbal de Llerena, quien censuró los  desacatos de las autoridades españolas de la Isla, los escritores nativos de los siglos XVI, XVII y XVIII no escribieron obras identificadas con la lucha de los quisqueyanos contra el imperio que los exterminó. No es sino hasta la segunda mitad del siglo XIX, tres siglos después del levantamiento de Enriquillo y de la exterminación total de los nativos, cuando estimulado por el triunfo del movimiento emancipador dominicano surgen las primeras muestras literarias nacionales donde el criollo aparece como protagonista.

LA POESIA



La poesía constituye el estilo literario dominante de la Republica Dominicana.
L
a décima o espinela, concebida por el poeta Vicente Espinel, era la forma poética más utilizada. Servia para los desafíos amorosos, la sátira, la poesía grotesca, política, cómica y religiosa.
Poetas emblemáticos de la poesía popular son Meso Mónica o Maestro Mónica (siglo XVIII) y Juan Antonio Alix (1833-1918)  Aunque Alix escribio mas de mil decimas sus obras más destacadas son:”El negro detrás de la oreja” y    ”El follón de Yamasá“.
Con la primera proclamación de independencia en 1844, Félix Maria del Monte creo una nueva forma de poema patriótico

INDEPENDENCIA, CAUTIVERIO Y RESURGIMIENTO

     
De 1808 a 1825 toda la América continental se levantaba contra España, Cuando la independencia se había consumado o estaba próximo a consumarse definitivamente, desde Méjico hasta la Argentina, José Núñez de Cáceres proclamó la separación de Santo Domingo.
España no hizo esfuerzos para reconquistar la improductiva colonia. La embrionaria nación comenzó su vida propia aspirando a formar parte de la federación organizada por Bolívar, la Gran Colombia, el primer día de diciembre de 1821.
Pocas semanas después, en febrero de 1822, los haitianos, constituidos en nación desde 1804, con población muy numerosa, invadieron el país. Huyó todo el que pudo hacia tierras extrañas; se cerró definitivamente la universidad; palacios y conventos, abandonados, quedaron pronto en ruinas... Todo hacía pensar que la civilización española había muerto en la isla  predilecta del Descubridor.
Pero no. Aquel pueblo no había muerto. Entre los que quedaron sobrevivió el espíritu tenaz de la familia hispánica. Los dominicanos jamás se mezclaron con los invasores. La desmedrada sociedad de lengua castellana se reunía, apartada y silenciosa, en aquel cautiverio babilónico, como decía la bachillera y bondadosa Doña Ana de Osorio. Se leía, aunque no fuese más que el Parnaso español de Sedano; no faltaba quien poseyera hasta el Cantar de Mio Cid, en las Poesías anteriores al siglo XV coleccionadas por Tomás Antonio Sánchez. Se escribía, y para cada solemnidad religiosa la ciudad capital se llenaba de versos impresos en hojas sueltas. Se hacían representaciones dramáticas, prefiriendo las obras cuyo asunto hiciera pensar en la suerte de la patria 169 .
En torno a los hombres de pensamiento se forjaba la nueva nacionalidad. Uno de ellos, el P. Gaspar Hernández, a quien por su origen se le llamaba el limeño, señalaba como ideal futuro el retorno a la tutela de España. Otros, dominicanos, aspiraban a reconstituir la nacionalidad independiente. Mientras el P. Hernández dedicaba cuatro horas diarias a enseñar a los jóvenes, gratuitamente, filosofía y otras disciplinas, Juan Pablo Duarte, joven dominicano de familia rica, educado en España, hogar de su padre, hacía venir de la antigua metrópoli libros recientes y enseñaba a sus amigos filosofía, letras, matemáticas y hasta manejo de armas. Duarte fundó, el 16 de julio de  1838, la sociedad secreta La Trinitaria. De la Trinitaria surgió la República Dominicana.

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